Cuando en el año 2005 me propusieron que redactara
un proyecto para concursar en una exposición individual en El Prat de Llobregat,
Barcelona. Tenía claro que no quería presentar una sucesión de obras sin un
hilo conductor. Decidí hablar de mi concepción de la muerte, un tema que ya he
tocado en otras ocasiones. Si la primera ley de la termodinámica establece que la energía no se crea, ni se destruye, sino que se
conserva, con la energía humana debe ocurrir lo mismo. Por lo que, según
ese principio la muerte no existe. A mi modo de ver existen estados
distintos. Tan distintos los unos de los otros que los humanos somos incapaces
de comprender y recordar. Imaginad la vida uterina, plácida, cálida, sin
preocupaciones. Ni respiramos por los pulmones ni comemos por la boca. Y
al nacer ¡¡vamos hacia la luz!!... Vamos a un mundo ruidoso, con luz, con olores, sabores.... donde
será un esfuerzo, respirar, comer, defecar, andar, en definitiva ¡Vivir!. ¿Cómo
explicaría un feto a otro feto ese nuevo estado si no fuera volviendo a la vida
uterina a través del canal del parto, cosa totalmente imposible? Así de
igual de imposible es volver de ese estado llamado muerte. A pesar de que
muchas personas han tenido experiencias cercanas a la muerte, no esta claro lo que han «vivido».
Vista de la sala con la obra, El dedo que quería ser una ventana de Gaudí
Lo que ocurre en
ese otro estado o dimensión es del todo imposible averiguarlo. Por eso morir no
es dejar de vivir o dejar de existir, es pasar a otro estado tan distinto que
hasta que no cruzas esa puerta no sabes como es. Y, por supuesto, igual que
después del parto no recuerdas como era tu vida uterina, ¿quién nos dice que
una vez que cambiemos nuestro estado energético vamos a recordar el actual? O
quizá, esa otra dimensión o estado es como una infinita ecografía prenatal y
podemos observar, aconsejar y cuidar de los que dejamos aquí. Cuando lo sepa, no os lo voy a decir.
El naufragio de los cipreses, papel fotográfico.
Radiografías de dedos y pies.
No , no has muerto, no.
Renaces,
con las rosas en cada primavera.
Juan Ramón Jiménez
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